Un amigo que nunca conocí, si tan siquiera en fotografías. Un amigo del que solo sé su nombre y edad: Se nombra Fabricio, tenía apenas 4 años.
Supe de su accidente por la prensa, y, dio la casualidad que era vecinito de la empresa donde presto funciones. Fabricio, hace aproximadamente poco más de 2 meses, sufrió graves quemaduras. Un día domingo su mamá, a la que tampoco conozco, tuvo que dejarlo al cuidado de una vecina para ir a su puesto de trabajo. Fabricio, vestido de hombre araña, máscara incluida, jugaba con los hijos de su protectora ocasional, cuando decidieron hacer una fogata. Lo demás es de suponer. Cuentan que las llamas derritieron en su carita el antifaz de su héroe; los vecinos, desesperados, vertieron agua sobre él, en el intento de sofocar el incendio; lo lograron, es cierto, pero al mismo tiempo provocaron que ese plástico ardiente se adhiriera aún más al rostro.
Fabricio sobrevivió, pero hoy, a la mañana, uno de los medicamentos que empleaban como factor de crecimiento epidérmico, penetró en su boca, y le provocó una grave intoxicación. Pasadas las 11.30am se constató su deceso, según me cuentan los vecinos.
Huérfano de padre e hijo único, Fabricio nos abandona. Insisto en que nunca lo conocí personalmente, pero se me había hecho un hábito averiguar sobre su salud.
También me informaron que la madre, de 28 años, al conocer la noticia, sufrió un derrame cerebral.
Cooperé en lo que pude. Son de muy, pero muy escasos recursos.
“Hay otro ángel en el cielo”, me dijo su abuela entre lágrimas.
Descansa en paz, mi amigo. Te vamos a extrañar.