“El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”, afirmó el escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura’ 1982, autor, además, de “Cien años de soledad”, “El general en su laberinto” y “Noticia de un secuestro”.
Acudo a la frase del “Gabo” para hacer un reclamo, justo y sincero, hacia quienes, con denuedo, arrostran los desafíos del COVID-19 exponiéndose, por demás, al peligro de contagio.
Aplauso, ¿por qué no?, para los profesionales de la información. Ovación para ellos que sin ese pavor, intrínseco en estos tiempos, cumplen sus funciones como en la más utópica calma.
Palmas por vencer el miedo, característico del ser humano. Vítores agradecidos por brindarnos una sonrisa y transmitirnos confianza para el futuro.
Loas, palmas, aclamación franca por la veracidad de la información. Reverencia imprescindible para esa pléyade de excelsos y audaces expertos que demuestran a diario los por qué de no poder quedarse en casa, provocando la duda si el último beso, o el tan añorado abrazo, puedan quedar inconclusos tras un susurrante “cuídate mucho, mi hijo” o “te amo siempre, mi vida”.
No importan nombres, ni sexo, ni raza, ni religión, ni ideología; como tampoco los medios de comunicación. Nada de lo anterior es necesario para retar el presente; solo el tapabocas, los guantes de látex, un poco de alcohol en gel son suficientes para que la noticia rompa el protocolo establecido, porque, de tan cercana, hace añicos el reclamo aislamiento en tiempos, no del cólera, pero sí de coronavirus.
Un aplauso también para ellas y ellos, y vuelvo a citar al “Gabo”, porque “aunque se sufra como un perro, no hay mejor oficio que el periodismo”.
Un aplauso, reitero, el personal de la salud estará orgulloso de ello.