Los recuerdos le consumen.

-Eres la mejor. Eres la más linda – solía repetir la abuela.
Las reminiscencias le turban.
-Y si alguna de esas chiquillas no te hace caso, ¡grítales para que te respeten!, solo así entiende la gente – decía la madre.
Cada remembranza, ¿será?, le avergüenzan.
-Pero, maestra, ¿usted pretende que yo le crea que mi hija, con lo inteligente que es, se aplazó en su asignatura? Pero, ¡por favor!, estoy seguro de que el error es suyo porque el examen que ella hizo es impecable. Le voy a advertir algo, procure que no vuelva a suceder porque soy abogado y tengo muchas influencias.
-Cierra los ojos y sus allegados, ausentes por el infalible precepto de la vida, se convierten en oníricos espectros.
No obstante al paso de los años, continúa siendo peona de su ego.