Supe, desde el inicio, que sería tiempo perdido, pero acopié paciencia y visualicé, íntegramente, la entrevista de la periodista «Vicky» Dávila— directora de la publicación colombiana «Semana»— a Francia Márquez, vicepresidenta de la nación cafetera.
Confirmado, ¡tiempo perdido!
Eché a la papelera una hora y treinta y tres minutos de mi existencia, no obstante— quizás a manera de consuelo— me convencí que fue necesario para corroborar mis sospechas: Francia Márquez es la muestra de cómo se proyecta una legítima indocta tercermundista.
Aclaro, la afirmación anterior no es un dardo ni a su condición de mujer ni a su color de piel.
Admiro las féminas— sin distinción de raza, etnia o ideología— que, a lo lago de la historia, han establecido un antes y un después: Marie Curie, Golda Meir, Angela Merkel, Frida Kahlo, Virginia Woolf, Amelia Earhart, Rosa Parks, Elizabeth Blackwell, Wilma Rudolph…
¡Tiempo perdido y vergüenza ajena!
«Francia fue un fenómeno político en elecciones. Hace dos años a nadie se le pasaba por la cabeza que pudiera ser Vicepresidenta. Efectivamente, no tiene la preparación para el cargo. Las respuestas en esa entrevista fueron un gran desacierto y un irrespeto para las personas que votaron por ellos pensando en un cambio; se está comportando igual que los otros. Acá en Colombia la han criticado mucho por esas respuestas», comentó Juan David, gran amigo, analista político y colaborador del Noticiero Internacional de UNICANAL, tras mi consulta.
La señora Francia Márquez— los invito a hacer correr el material para que constaten mi punto de vista— dando de fe de sorprendentes analfabetismo político e inmodestia, entre risas sarcásticas y nerviosas, no ofreció argumentos convincentes, tampoco coherentes, al formulario de interrogantes que preparó su interlocutora.
«En Cuba no hay elecciones libres porque es un país bloqueado».
¿Sabrá ella que lo anterior no tiene sentido?
Es inaceptable su discurso repetitivo culpando a un inexistente bloqueo— le invito a estudiar sobre los orígenes del embrago económico de Estados Unidos a Cuba—, su no reconocimiento al gobierno cubano como régimen dictatorial, pero lo es aún más el soberano disparate emitido sobre la ausencia de democracia en la isla.
E incluso, como si no fuera suficiente, se atrevió a cuestionar los procesos electivos en su país natal.
Señora Francia, me atribuyo el derecho a espetarle una interrogante: ¿por qué César Gaviria, Iván Duque, Juan Manuel Santos, Ernesto Samper, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Virgilio Barco, en su momento, ocuparon— con luces y sombras— el liderazgo del Poder Ejecutivo en la nación de la que hoy usted es Vicepresidenta?
La respuesta es tan sencilla que se condensa en tres palabras: fueron elegidos democráticamente.
Entienda, señora Francia Márquez, que el gobierno que tanto defiende— autocrático, unipartidista, ejecutor de destierros y represiones— no ofrece libertades. Entienda, señora Francia Márquez, y escuche las voces de sus compatriotas— no olvide que gracias a esos votos usted ocupa tan importante escaño—, de su gente alineada con la verdadera causa cubana: «Una de las grandes críticas que se hace acá al sector de izquierda es la incapacidad de rechazar con firmeza la dictadura que hay en Cuba».
Hace muy poco tiempo, Francia Márquez, visitó la isla; pero visitarla no implica conocerla.
Ella, ajena a las penurias de la población por el diario sobrevivir, quedó obnubilada por «un perfecto» sistema de salud que, según sus palabras, quiere importar a Colombia.
«Cuba no exporta armas, exporta médicos».
Señora, le invito, y con esto concluyo, a una consulta con Gustavo Petro— Presidente de Colombia y ex guerrillero del M-19— sobre si Cuba exportas armas o no.
Puede que él tenga la respuesta más precisa.