Luis González se vistió de héroe el 4 de noviembre de 2001 en el Bank One Ballpark, de Phoenix, Arizona.
Su hit al jardín central, ante los envíos del panameño Mariano Rivera, dejó tendido en el campo a los New York Yankees, para colocar en los dedos de los Diamondbacks el anillo que los señala como campeones de la Serie Mundial, considerada como una de las mejores de todos los tiempos.
Con score de 3-2 se definió el séptimo partido del «Clásico de Otoño», para los representantes de «El Estado del Gran Cañón», su única sonrisa en finales de postemporadas.
Arizona rompió una racha de tres Series Mundiales conquistadas por los de «La Gran Manzana»— 1998, 1999 y 2000—, e hizo trizas el supuesto maleficio acariciado el 24 de marzo del mencionado año.
Sucedió durante un encuentro de pretemporada, donde los Diamondbacks enfrentaron a los Gigantes de San Francisco en el Tucson Electric Park, sito en territorio arizoniano.
El pitcher zurdo Randy Johnson— él y su coequipero Curt Schilling compartieron el título de «Jugador Más Valioso» de la Serie Mundial— defendía la lomita de los Diamondbacks; al bate, por la selección de California, Calvin Murray.
Johnson— exaltado al Salón de la Fama del béisbol en el año 2015— inicia el windup, lanza, y… ¡lo que todos conocen!
En ese preciso instante pasó una paloma cuyo vuelo fue interrumpido por una recta del estelar siniestro, que lucía el número 51 en el dorsal.
Recuerdo un artículo sobre el suceso; en uno de sus fragmentos afirma que «tanto el lanzamiento como la paloma fueron declarados muertos».
Aquello despertó las alarmas, sobre todo las de los supersticiosos; estos lamentaron el hecho calificándolo que un manto maléfico, una maldición, una brujería, había caído contra el equipo de Arizona.
¿Maleficio?
Nada menos parecido porque, como ya leyeron, los Diamondbacks ganaron ese año la única Serie Mundial de su palmarés.
Consta que «el palomicidio» de Randy Johnson ocurrió el 24 de marzo de 2001, hace hoy, 24 de marzo de 2023, veinte y dos años.
Por mano propia 