Con la polémica del comentario del señor “Pachy” Espinosa, narrador deportivo de Radio Bayamo, provincia Granma, recomendando darle un pelotazo para sacar de su turno al bate a Lisbán Correa, llegaron los recuerdos.

Por ejemplo, el dead ball de Roberto Almarales a Armando Ferreiro en la Serie Selectiva de 1990 (si mal no recuerdo), el de Yovany Aragón a Antonio Scull en la Serie Nacional de 2005 (en el turno al bate anterior Scull le había dado jonrón y el pelotazo provocó una trifulca de aquellas), el del dominicano Mario Marte a Antonio Muñoz en los Juegos Panamericanos de Caracas’ 1983, y uno que no está recogido en ningún libro de reseñas históricas, pero que escuché de propia voz de Luis Abreu, considerado como uno de los mejores prospectos del pitcheo cubano en los primeros años de la década de los sesentas, algo que luego comprobé con el inolvidable Arnaldo Prado, gran persona, excepcional comentarista deportivo, quien por años ejerció como anotador de béisbol en su natal Villa Clara.
Buen tipo Luis Abreu. Lo conocí cuando daba mis primeros pasos en el departamento técnico de Radio Progreso, en 1989, y él ocupaba el cargo de administrador general de mi casita azul de Infanta 105. Era muy amigo de Prado, ambos vieron sus días en el mismo terruño, y, posteriormente, se ganó el respeto y el cariño de todos en la emisora.
“Me dijo tu padre que juegas pelota”, me preguntó una mañana en que nos cruzamos por uno de los pasillos. “Intento”, le respondí sonriente. “Aspiré a hacer un equipo grande, pero, ¡qué va!, nunca llegué a tanto. Me mantengo jugando porque me gusta”, acoté. Noté que le cambió el semblante y me dijo: “hoy no tengo tiempo pero un día te voy a contar mi triste historia en el béisbol”.
Nos despedimos y cada uno tomó rumbos distintos dentro del recinto radial.
Quedé pensando en eso de “mi triste historia en el béisbol”. No comprendí el sentido de aquella frase, hasta que pudimos sentarnos a conversar.
“Yo era pitcher. Tiraba muy duro para la época. No sé si eran 80, 85 o 90 millas, pero sí, para la época y en la categoría juvenil, yo tenía un verdadero cañón en el brazo. En los años sesentas se jugaba con mucha calidad pero con apenas condiciones. Eso que hay ahora que, por ejemplo, a los bateadores se les exige usar casco, antes ni soñar. Muchas veces en los partidos juveniles ni casco había. Y sucedió lo que nadie quiere que suceda. Yo estaba lanzando, al bate un muchacho que ni conocía, y el cátcher me pide recta al medio porque antes había dado una base por bolas. Yo estaba molesto. En ese juego andaba medio descontrolado, algo muy inusual en mí. De lado en el montículo vigilaba al corredor en primera. Le dije que sí al receptor. Inicia el movimiento y cuando lancé, sentí que el brazo se me había quedado muy arriba. Solo recuerdo el griterío y el muchacho que yacía bocabajo en la tierra sin conocimiento. Le había dado un dead ball en la sien. Para hacerte el cuento corto, Aldito… Yo lo maté de un pelotazo en la cabeza”.
Oír aquello, casi 3 décadas después de sucedido, me estremeció. Ver los ojos llorosos de Abreu, también.
“Desde ese día no jugué más pelota”, finalizó.
Hace muchos años que no veo a Luis Abreu. Nada sé sobre su paradero. Espero que se encuentre bien, es lo que más deseo. Si alguien le conoce díganle que le mando un sincero y cálido abrazo en con el cariño y el respeto de siempre.
Hubo otro pelotero habanero llamado Rogelio Montes de Oca que jugaba con Constructores, era tercera base y Rogelio García le dio un bolazo en la cabeza que a los dos meses fue entrevistado y todavía hablaba enredado. Todo el que haga esas cosas debe ser sancionado con severidad.